El Gran Ducado de Luxemburgo es otro de los grandes olvidados de Europa por el turismo, pero no en el modo en el que lo son Albania y Moldavia, que apenas reciben visitantes, si no como destino vacacional en sí mismo. No conozco a nadie que haya elegido Luxemburgo para pasar una semana de vacaciones, ni tan siquiera un fin de semana. La mayoría de la gente llega aquí en coche, parando a comer o a pasar el día, como parte de un trayecto con origen o destino en otras ciudades europeas, como las cercanas París, Bruselas, Colonia, o incluso Ámsterdam o Fráncfort. Pocos pasan una noche en la capital o alguna otra ciudad de su territorio. Nosotros necesitamos un fin de semana de conciertos como excusa para acercarnos al gran ducado, LCD Soundsystem en el patio de la Abadía de Neumünster, un espacio mágico para un concierto de música rock, y Courtney Barnett en la sala Den Atelier.
Desde Barcelona la forma más cómoda y barata de
llegar es con
Ryanair, que tiene un vuelo directo a partir de 50€ que sale los viernes al mediodía y vuelve el lunes por la noche. Hay otras compañías
low cost con más ofertas horarias, pero ninguna de ellas tiene vuelos directos, y otras compañías con vuelos directos rondan los 300€. Con un
PIB per capita que cuadriplica el español casi nada es barato en Luxemburgo. La
habitación doble con baño privado y desayuno empieza en los 80€, nosotros escogimos el
Hotel Ibis Styles por su cómoda ubicación a dos minutos andando de la Centre Gare; y el plato principal en la mayoría de restaurantes ronda los 15€, aunque rebuscando pueden encontrarse menús completos por precios similares, e incluso más baratos en locales de
kebab. Solo el
transporte público es sorprendentemente barato, y eficiente, el billete para moverse durante dos horas por todo el país cuesta 2€, y 4€ si es para todo el día. Visitar
Mobilitetis Zentral para consultar horarios de tren y autobús.
A pesar de su reducido tamaño, todo el país ocupa una extensión equivalente a un tercio de la provincia de Barcelona, su oferta turística es variada y sorprendente. Más allá de la capital, cuyo barrio antiguo está en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, existe un país de verdes valles, pequeñas colinas y densos bosques salpicado de pequeños pueblos y más de medio centenar de castillos. Itinerarios marcados y bien mantenidos permiten recorrerlo andando o en bicicleta, disfrutando de su gastronomía, que combina elementos germanos, franceses y belgas, o de sus deliciosos vinos cultivados en el valle de Mosela. En definitiva, un destino perfecto para un fin de semana largo, que no tiene nada que envidiar a ninguna capital europea.