Oriente Medio suele ser un destino turístico pasado por alto por la mayoría de los viajeros. Un destino relacionado con la inseguridad, la inaccesibilidad y el fanatismo terrorista. "Por obra de los medios de comunicación occidentales, se ha operado un cambio en la lengua: se dice
islamista, luego
fundamentalista islámico y ahora
terrorista islámico. Como resultado, la palabra
islam deja de funcionar autonomamente, siempre va acompañada de un contexto amenazador..." (Ryszard Kapuscinski). Los grupos terroristas constituyen una fracción insignificante del Islam. Cualquiera que viaje sin miedo a el País Vasco, el Ulster o Córcega, puede moverse tranquilo por Oriente Medio.
Nuestro viaje por Oriente Medio transcurrió por tres países muy distintos entre sí: Siria, Israel y Egipto. Nos permitió disfrutar de la cultura árabe, más cercana y tolerante de lo que nos parece, y de su amabilidad y hospitalidad con el extranjero. Nos permitió vivir en primera persona la compleja situación de la ciudad de Jerusalén, la difícil convivencia entre la comunidad árabe y judía, la brutalidad de estos últimos en los territorios palestinos, o las consecuencias terribles que está suponiendo "el muro de seguridad". Y nos permitió disfrutar de las cálidas aguas del Mar Rojo, de la antigua civilización egipcia, y padecer como nunca habíamos hecho antes temperaturas en el desierto sirio de hasta 50 grados.
A nivel cultural la zona es incomparable, por allí han pasado cananeos, fenicios, arameos, sumerios, asirios, babilonios, hebreos, persas, romanos, bizantinos, otomanos, egipcios, franceses, ingleses... Hay iglesias, mezquitas y sinagogas testigos del importantísimo papel que en la historia ha tenido Tierra Santa, castillos de templarios y sarracenos, pirámides faraónicas, caravasares de la época de la Ruta de la Seda, ruinas romanas... Sorprendentes son Maalula, el único lugar del mundo donde aún se puede oír hablar arameo (la lengua en la que predicó Jesucristo), o los barrios cristianos de Cairo y de Damasco, en pleno "Eje del Mal".